El tobogan para piscina era el sueño de todos los niños del vecindario durante las largas tardes de verano. Suspendido sobre la piscina, prometía veloces deslizamientos acuáticos y chapoteos en las frescas aguas.
Las niñas y niños pasaban horas planeando sus aventuras en el tobogan, imaginando las curvas que trazarían al deslizarse por él y calculando cuántos saltos podrían dar antes de hundirse en el agua. ¿Lograrían dar la vuelta completa antes de caer?
Por fin, llegó el día en que el tobogan fue instalado. Las piernas temblaban de anticipación mientras las escaleras metálicas subían hacia lo alto. ¿Sería tan alto como parecía?
Uno a uno, los niños comenzaron a deslizarse, riendo y gritando de emoción y miedo. Algunos se tambalearon al inicio pero se reequilibraron, otros dieron un par de saltos antes de caer en un gran chapoteo. ¿Quién se atrevería a dar la vuelta completa?
Tarde tras tarde, los niños siguieron divirtiéndose en el tobogan, intentando nuevas técnicas y cada vez más arriesgadas saltos y volteretas en el aire. El tobogan para piscina se convirtió en el centro de sus vidas durante el verano, alimentando su sed de aventura y descubrimiento.
A pesar de los golpes y caídas, los recuerdos de risas y emoción permanecieron por muchos años. ¿Volverían a deslizarse juntos en el tobogan algún verano? El tobogan se convirtió en un símbolo de la infinita posibilidad de la infancia.
