El sol brillaba en lo alto y los chicos esperaban impacientes la llegada de su tobogan para piscina. Llevaban semanas guardando sus ahorros del mes para comprar aquel tobogan que tanto les había atraído la pasada primavera en el centro comercial.
Por fin, el camión del correo se detuvo frente a su casa y el repartidor sacó un gran paquete. ¡Era su tobogan! No pudieron esperar a montarlo. ¿Cuántas veces se deslizarían por él en el verano? ¿Construirían toboganes adicionales para dar giros y volteretas?.
Cuando la piscina estuvo llena, instalaron el tobogan siguiendo estrictamente las instrucciones. ¿Funcionaría perfectamente o habría que hacerle algún ajuste? Lo probaron deslizándose uno a uno, riendo y chapoteando. ¡Funcionaba a la perfección!
Era largo y resistente, permitía deslizarse rápido sin miedo a caerse. ¿Lograrían subir a dos personas a la vez o mejor no arriesgarse?. Pasaron horas y horas de diversión deslizándose en el tobogan. ¿Cuántos moretones y raspones se harían antes de que acabara el verano?.
El tobogan se convirtió en el juguete favorito, en el centro de todas sus aventuras acuáticas. ¿Lo conservarían para el año siguiente o preferirían comprar algún modelo aún más emocionante?. Su tobogan para piscina les brindó infinitas risas y recuerdos que atesorarían siempre.
