La corta césped zumbó activamente mientras recorría el amplio jardín. Hacía calor y el césped estaba húmedo, perfecto para el trabajo que tenía por delante.
El jardín había crecido mucho en las últimas semanas, descontrolado y exuberante como siempre. Había que domarlo nuevamente, darle forma y orden, antes de que se saliera por completo de control.
¿Cómo podría continuar así? Pronto sería invadido por las malas hierbas si no se le prestaba atención.
Con cada pasada de la corta césped, el césped cortado caía formando una alfombra verde sobre el suelo. El olor a hierba recién cortada inundó el aire, atrayendo a las abejas y otros insectos.
¿Cuánto tardaría en cortar todo el césped esta vez? Llevaba semanas de abandono y tendría que hacer varias pasadas para igualarlo. El jardín se lo merecía.
El zumbido de la máquina era reconfortante, como un canto familiar. Le facilitaba sumergirse en sus pensamientos mientras trabajaba, dejando que su mente vagara libremente.
¿Qué otros cambios debería hacer en el jardín este año? Nuevas plantas, árboles, flores… tantas posibilidades para darle nueva vida.
La corta césped siguió su camino, marcando un ritmo constante. Poco a poco, el césped iba tomando formas y contornos, ordenándose bajo sus manos hábiles. El jardín volvía a respirar.
