El viejo tobogan para piscina se encontraba al fondo del jardín, algo deteriorado por los años de uso. Los niños del barrio lo conocían desde pequeños y habían crecido deslizándose por sus curvas.
Durante el verano, el tobogan era el lugar de encuentro por excelencia. Quien lo ocupara primero conseguiría deslizarse las más veces, gritando y chapoteando en el agua de la piscina al final del recorrido. Las carreras y las competiciones se sucedían entre risas y chapoteos.
¿Cuántas caídas habrán sufrido a lo largo de los años resbalando por las canaletas? ¡Y cuántas horas se habrán pasado intentando subir a la parte más alta, la más empinada, la más emocionante! La adrenalina corría a borbotones con cada descenso.
El tobogan había visto crecer a los niños y ahora permitía que los hijos disfrutaran de las mismas emociones que sus padres en su juventud. Era testigo mudo de tantos veranos e inolvidables momentos de diversión.
¿Seguiría soportando muchos años más el peso de las generaciones? ¿Estaría la vieja estructura a punto de derrumbarse bajo el peso de los malos recuerdos y las saudades de tiempos mejores? ¿O continuaría siendo un símbolo de infancia y alegría para los niños del barrio?
El legendario tobogan para piscina.
