Los meses de otoño e invierno son el momento ideal para realizar la poda en árboles porque en esta época se produce un descenso en el metabolismo de las plantas, y el impacto de cortar una parte de su estructura leñosa es menor.
La poda ayuda a mejorar la calidad de la producción de frutas y verduras, aumentando su tamaño y uniformidad, al canalizar la energía de los vegetales a un menor número de ramas y bayas. Además, proporciona una forma más aerodinámica al árbol y permite una mejor circulación del aire, lo que reduce los problemas de humedad y la incidencia de enfermedades.
La poda de invierno, realizada entre diciembre y febrero, permite eliminar ramas secas, cruzadas o dañadas para obtener un follaje más limpio y expansivo. Esta técnica permite guiar el crecimiento del árbol y otorgarle la estructura deseada. Al podar en invierno, se disminuye el riesgo de invasión de patógenos y se garantiza que la herida se cubre completamente de savia al reiniciar la actividad vegetativa.
La poda de verano, ejecutada entre junio y agosto, sirve para contener el tamaño y la extensión de las ramas, además de eliminar brotes adventicios. Esta práctica mejora la ventilación, penetración de los rayos luminosos y la circulación de nutrientes al interior del árbol. Asimismo, permite sacar ramas innecesarias o dañadas.
La utilización de las técnicas más adecuadas en cada época del año garantiza el crecimiento vigoroso y la longevidad de los árboles.
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